Ruthless Criticism
Análisis de la edición "Gegenstandpunkt"
04/2003
¿Por qué hay tanta tanta gente pobre en los
países
en vías de desarrollo?
1.
En los países en vías de desarrollo, la gente es
pobre porque se halla excluida de la riqueza, que existe,
en primer lugar, en general y, segundo, también en sus
países. El caso es que, desde hace ya bastante tiempo,
nadie tendría que sufrir hambre y morir porque, debido
a malas cosechas, insuficiente dominación de la naturaleza
o falta de conocimientos medicinales, no existan los medios para
satisfacer las necesidades más urgentes. Hoy en día,
se sufre hambre ante almacenes repletos de víveres.
Cualquier reportaje televisivo sobre hambrunas demuestra que,
a pesar de esas situaciones, la riqueza existe. Tomando en cuenta
-únicamente- los costes de las instalaciones técnicas,
del viaje de los equipos de televisión que informan sobre
el hambre y de los satélites que transmiten sus reportajes
a las metrópolis, se puede notar que estos gastos sobrepasan,
con mucho, los que serían necesarios para alimentar a los
hambrientos.
Incluso el Consejo Mundial de Alimentación de la ONU informa
que no faltan alimentos en el globo para saciar el hambre de toda
la humanidad; y, por supuesto, se podrían producir
todavía
más alimentos si fuera necesario. Por consiguiente, la
gente sufre hambre sólo porque le falta el dinero para
comprar los alimentos existentes. Lo mismo se puede afirmar de
otras formas de escasez que no ponen la vida en peligro de muerte
de forma inmediata, tales como: la carencia de buenas viviendas,
de asistencia médica, de enseñanza y de otros bienes
de consumo.
La culpa de la exclusión de la riqueza la tiene la propiedad
privada. Hoy en día, esta institución legal
del capitalismo ha llegado a adquirir validez hasta en los
lugares más remotos de la Tierra. Cualquier trozo de riqueza,
ya sea natural o producido, pertenece a alguien. En todas partes
existe un poder estatal que, por un lado, dota a algunos ciudadanos
del derecho a disponer a su gusto de bienes materiales y, por
otro, prohibe a todos los demás apoderarse de esos bienes,
aunque éstos también los necesiten.
El hecho de que en África la gente saquee almacenes de
víveres una y otra vez demuestra, no sólo que de
ahí se puede sacar algo, sino también que a los
hambrientos les está prohibido tomarse lo que necesitan.
2.
La exclusión de la riqueza -inherente a la propiedad privada-
se agudiza por el hecho de que los pobres no sólo están
privados de los medios de consumo ya producidos (que se hallan
en manos de otras personas), sino porque, además, han sido
privados de las fuentes de riqueza mismas, es decir, de
los medios de producción, y, junto con éstos,
de los instrumentos de trabajo que les permitirían
producir los objetos necesarios para satisfacer sus necesidades.
La tierra, al igual que los medios de producción ya
producidos
(talleres, máquinas, materias primas...), todo sin
excepción,
pertenece a otras personas: los llamados "ricos". La
separación de las personas de sus medios de producción
se manifiesta de diferentes maneras en los distintos países
del Sur; pero siempre lleva al mismo resultado: los nómadas
no pueden proseguir su forma de vida si los terratenientes erigen
cercas y los Estados, fronteras; imposibilitándoles, así,
el cambio de pastos necesario para sus rebaños. En otros
lugares, los campesinos son desalojados de las tierras, más
o menos fértiles, para abrir paso a grandes extensiones
de minas, a presas o a plantaciones que producen para el mercado
mundial.
Como mucho, el Estado les deja campos áridos, sin sistemas
de riego; pero sólo a condición de que él
no encuentre a un capitalista potente, interesado en explotarlos.
En esos campos los campesinos luchan cada día por sobrevivir;
sin disponer de la técnica necesaria ni de las herramientas
adecuadas.
En otros lugares, en cambio, los pequeños artesanos
tradicionales
(tejedores, sastres y los que trabajan el cuero y el metal) no
tienen posibilidad alguna de competir con los productos industriales
importados, producidos por los consorcios internacionales - no
importa cuan bajo sea el precio que estén dispuestos a
aceptar por su trabajo. Les está vedado el acceso a los
medios de producción que hoy en día son indispensables
para poder participar en la competencia por el poder adquisitivo.
La falta de recursos deja a estas personas en una situación
de desamparo ante su indigencia. No se hallan en condiciones de
ejecutar los trabajos necesarios para satisfacer sus necesidades
ni de procurarse los medios para hacerlo.
Es obvio que la situación de los pobres no tiene nada que
ver con su falta de aplicación al trabajo o su repulsión
hacia el mismo. Millones de habitantes del Tercer Mundo luchan
obstinadamente por una vida aceptable, sin lograr alcanzarla.
Y en cuanto al notorio "problema de los refugiados",
aún con mayor razón no se puede hablar de pereza:
los que abandonan su país de origen en busca de una oportunidad
de sobrevivir y van a parar a las barriadas pobres de las grandes
ciudades del Norte, arriesgan su vida por encontrar trabajo. Si
tienen suerte, son explotados sin piedad; si no la tienen, son
expulsados del país.
Otros, de hecho, permanecen en un estado de inactividad forzada.
No porque ello les sea agradable, sino porque, despojados de los
medios de trabajo necesarios, no hay fruto alguno que pudiesen
alcanzar con sus esfuerzos. Y entonces, no faltan los educadores
morales del pueblo que, señalándolos con el dedo,
tachan su pasividad, su embotamiento e incluso su desamparo -
resultantes de su impotencia económica para superar la
miseria - de ¡la causa de la miseria en que viven! Para tomar
cuenta de tal cinismo, sería útil juzgar a los otros
por sí mismo: no es probable que nadie fuera tan perezoso
que prefiriese morir de hambre antes que procurarse sus alimentos
mediante su propio esfuerzo y trabajo.
3.
La miseria en que vive una gran parte de sus pueblos no es -
en absoluto - un destino del que los Estados del Tercer Mundo
sean víctimas involuntarias; no están soportando
con ello una circunstancia que ellos mismos no deseen. Si esos
Estados someten a sus pueblos al régimen de la propiedad
privada, no lo hacen porque estén obedeciendo a alguna
presión procedente del colonialismo, sino, únicamente,
porque siguen su razón de ser actual, la razón de
un Estado moderno: con el objetivo de aumentar su potencia
y su riqueza, los Estados apuestan por la productividad de la
pobreza, persiguen el fin de poner a sus ciudadanos en un
estado de dependencia que los obligue a ofrecer sus servicios
a los propietarios de los medios de producción para que
éstos los utilicen como instrumento de sus ganancias.
Ganar dinero mediante el trabajo asalariado: sólo así
debe el pueblo ganarse la vida, de forma que su trabajo genere
ganancias para los propietarios de los medios de producción
y para el Estado, que se toma su parte de ellas. Para los trabajadores
- claro -, no hay ninguna seguridad; ni de ganar suficiente dinero
para su sustento ni de conseguir siquiera un empleo. Eso no depende
del Estado, de su deseo de que se creen muchos empleos, ni mucho
menos del deseo de los que buscan trabajo. Que haya ofertas de
trabajo, eso depende, únicamente, de los cálculos
de los propietarios de los medios de producción: éstos
dejan trabajar para ellos a las personas pobres, desprovistas
de medios, por tanto tiempo y tanto dinero como consideren adecuado
para aumentar su riqueza. Y para aquellos que sobran, no hay ni
dinero ni sustento.
De ahí la diferencia entre el campesino más pobre,
que trabaja por su subsistencia, y el obrero asalariado moderno:
el campesino emplea su tierra y sus primitivas herramientas
en su propio interés; el obrero es empleado para
servir a intereses ajenos. Ni por su aplicación en
el trabajo ni por su disposición a prestarse a trabajar
por casi nada, pueden los que están privados de los medios
de producción "forzar" que se los utilice. Su
utilización depende, completamente, de los negocios de
los propietarios; que varían de país a país,
pero que se caracterizan, en general, por el hecho de que sólo
una mínima parte de los que buscan trabajo encuentran un
empleo.
4.
Hoy en día, los verdaderos "empleadores" son,
de todos modos, los consorcios que actúan y calculan
globalmente.
Éstos comparan, en el mundo entero, los réditos
que podrían obtener a través de sus inversiones
de capital, e invierten su dinero en todas partes del mundo -
sin prejuicios - según el criterio de la mayor ganancia,
y, de acuerdo a este criterio, clasifican las regiones del mundo.
En los países del así llamado "Cuarto Mundo",
Somalia, Etiopía y otros, el interés por la ganancia
no halla casi nada que sea posible explotar. Por tanto, en esos
países hay poca vida económica, escasísima
producción de bienes necesarios y pocas posibilidades de
sobrevivir. Sin embargo, está claro que tampoco a estas
regiones del mundo se las da de baja del régimen de la
propiedad privada; donde todo se puede comprar, pero donde
también
todo debe ser comprado. Allí todavía es posible
ganar un par de dólares; también a esos países
se pueden exportar y vender cosas todavía. Y, como
condición
de posibilidad para la realización de futuros negocios,
las tierras y todo lo otro que además pueda haber allí
tiene - naturalmente - que ser y continuar siendo propiedad privada.
En los países denominados, sin razón, "países
en vías de desarrollo", el interés comercial
se centra, mayormente, en las condiciones especiales que ofrece
la naturaleza de esos países: el capital se invierte en
la producción de frutas meridionales y tropicales para
el mercado mundial, las así llamadas "cash crops"
(¡plantas dinero!), en la explotación de las riquezas
del subsuelo o en el aprovechamiento de los atractivos
paisajísticos
por la industria turística. En estos casos, no es la mano
de obra lo que despierta el interés de los capitalistas
internacionales, sino alguna condición especial de la
naturaleza.
Aparte de las pocas personas que se requieren para trabajar en
las minas, en las plantaciones y en los servicios para los turistas,
el negocio a escala global no tiene uso para la población
local: ésta forma parte también, junto con la
población
de los países antes citados, de la superpoblación
absoluta del capitalismo mundial. Los gobiernos locales reciben
de sus potentes socios del Norte el encargo de encerrar a sus
masas vegetantes en el coto de miseria nacional, es decir, de
impedir que emigren hacia el Norte y se conviertan allí
en una carga para las administraciones de la seguridad social.
En los llamados "países emergentes" los
consorcios internacionales descubren que hay partes de la
población
que sí pueden ser utilizadas como mano de obra barata,
a la que pueden explotar adicionalmente a la de las metrópolis,
o bien en lugar de ella. Transfieren entonces partes de su
producción
a estos países de bajos salarios, exportando al mismo tiempo
el ritmo de trabajo y la productividad que suelen sacar de sus
obreros en las metrópolis, pero pagando por ello tan sólo
los sueldos de hambre usuales en la localidad.
Y los "pobres" países en vías de desarrollo
prestan su colaboración en ello: combaten su pobreza
estatal, adecuando a su gente para servirle al capital
internacional de oferta salarial barata fuera de toda competencia,
sofocando toda oposición contra las miserables condiciones
de trabajo e intentando atraer, con la prestación de estos
servicios, la inversión de capital extranjero hacia su
país. Cuando alguna vez en estos países llegan de
hecho al poder gobiernos alternativos, que tienen otro concepto
del progreso nacional y que se imaginan para su población
otro papel que el de servir de oferta barata para el capital
internacional,
la coalición de las potencias del Mundo Libre no escatima
esfuerzos para hacer fracasar tales "experimentos" sociales;
si es preciso, por medio de una intervención militar.
A pesar de los salarios bajos - mantenidos así por medio
de la fuerza externa e interna -, también en los países
emergentes tan sólo una minoría encuentra un empleo
regular con salario reglamentado. La mayoría constituye
el ejército industrial de reserva del capitalismo,
que sólo en períodos de extraordinario crecimiento
tiene la suerte de ser empleado alguna vez durante un tiempo.
O si no forma parte inmediatamente de la superpoblación
absoluta.
Todo esto no es fundamentalmente diferente en los tan ponderados
"países industrializados": también
allí una parte de la clase obrera se encuentra permanentemente
sin empleo y, no sólo amenazada, sino también afectada
por la caída en la miseria. También en los países
de sueldos altos la pobreza es base y fuerza productiva de la
economía. Es de este principio que la sociedad se declara
abiertamiente partidaria cuando políticos, jefes de empresas
y forjadores de la opinión pública se quejan de
que los salarios estén demasiado altos, cuando le echan
la culpa de todos los males - desde la crisis económica
hasta la quiebra de los seguros sociales y el paro, pasando por
el déficit en el presupuesto del Estado - al alto coste
de la mano de obra, pretendiendo superarlos mediante la
reducción
de los salarios. Los expertos no tienen ningún problema
en admitir que la riqueza de esta sociedad se basa en la pobreza
de los obreros; por el contrario, se quejan de que todavía
haya tan poca.
En el mundo entero, a causa de la fuerza de las condiciones
sociales,
la mayoría de la gente tiene la mala suerte de
depender de una existencia proletaria, pero de no gozar de
demanda como proletarios. Es el capital, con su demanda de
trabajo, quien decide si los miles de millones de no propietarios
pueden sobrevivir o no pueden sobrevivir. Él determina
qué personas tienen derecho a vivir, porque él las
necesita para aumentar sus ganancias, y qué personas -
de acuerdo con todos los criterios que son válidos en esta
sociedad - no sirven para nada, están de sobra y, por
consiguiente,
representan una pura carga.
...y un comentario sobre esta pregunta
Es posible que la respuesta no vaya a satisfacer a los que, al
preguntar por la razón de la pobreza en el Tercer Mundo,
plantean dicha pregunta en un sentido diferente. Y es que existe
una diferencia entre si se pregunta por la razón de
la pobreza, o si se pregunta por la razón
de la pobreza desmedida. En el segundo caso, es el
exceso de pobreza lo que se considera como escándalo
y como objeto de crítica. Por eso, la razón buscada
se refiere a la divergencia en el grado normal de pobreza.
Los que suelen formular la pregunta en este sentido son los partidarios
del movimiento de solidaridad y de los grupos
anti-globalización,
así como los adeptos de las iglesias cristianas con sus
colectas "pan para el mundo". Sí es verdad que
la diferencia en cuanto a salud, expectativa de vida y nivel de
vida es enorme: la gente en el Tercer Mundo se muere de hambre,
mientras que los que viven en el Primer Mundo los están
observando por sus televisores a color; contentos de que a ellos
les vaya bien, al menos en comparación. Algunos obreros
asalariados del Norte pueden incluso permitirse el lujo de viajar
a los territorios de la pintoresca pobreza y - gastando su paga
de vacaciones - darse aires de grandes señores. No obstante,
esta diferencia no cambia nada en cuanto a su posición
económica, la cual comparten con los pobres por los que
se dejan servir durante las vacaciones. La diferencia entre estos
dos grupos se desenvuelve sobre la base de su igualdad: ambos
pueden vivir sólo a condición de vivir para el capital.
Por eso, los unos ganan un salario que les permite ir tirando,
mientras que los otros se mueren de hambre.
Los que, en cambio, estiman que - en el fondo - el escándalo
reside en el exceso de pobreza, siguen una corriente muy
distinta: establecen una comparación entre la situación
de las víctimas del capital - midiendo una situación
en relación con la otra -, y consideran injusto que el
Sur diverja del Norte. Al proceder de esta manera, les
parece que los obreros asalariados son ricos, porque los comparan
con los hambrientos del Tercer Mundo. Al revés, éstos
les parecen ser pobres sólo porque los comparan con los
otros. La protesta que se alimenta de la comparación, al
exigir una compensación, produce una crítica muy
modesta: considera el nivel de vida de los obreros remunerados
con salarios rentables como un verdadero lujo (a lo mejor como
un lujo inútil), y al sentir solidaridad con los pobres
del Sur, no les están deseando más que una subsistencia
desoladora, destruida por la entrada de la economía mundial
en sus países. La comparación de la pobreza de
aquí
con la de allá aplica - de manera explícita o no
- el criterio de la mera posibilidad de la existencia y la
supervivencia.
Y esto en un mundo de riquezas. ¡Donde hay de todo y donde
podría haber suficiente y más que suficiente para
todos!
Por tanto, los que no califican de escándalo la
relación
de extorsión a que se ven sometidos los obreros asalariados
en el mundo entero, sino más bien la discrepancia existente
en la situación de vida de unos y otros, los que estiman
necesario explicar el grado de la miseria en el
Tercer Mundo, distinguen entre un capitalismo normal, que funciona
bien, y un capitalismo defectuoso, que no funciona y que es
anómalo.
Por consiguiente, lo que preguntan es por qué los países
en vías de desarrollo carecen de lo que el Norte posee.
Pero esas diferencias no son anómalas en absoluto. No existe
ningún documento que diga que el capital, al someter a
la gente a su régimen esté obligado también
a emplearla - o al menos en su mayoría. De todos modos,
teniendo en cuenta la situación a escala global, este caso
viene a ser una excepción. Al Sur no le falta nada para
desempeñar su papel económico en el capitalismo
mundial, puesto que, con su introducción como régimen
de explotación basado en la propiedad privada, el capitalismo
no ha prometido nada más que: primero, someter todas las
condiciones de producción al monopolio de la propiedad
privada y, en segundo lugar, sólo después decidir
si puede aprovechar estas condiciones para su propio incremento
y cómo puede aprovecharlas.
Al declarar que un capitalismo defectuoso es la razón
de la miseria desmedida, el capitalismo como tal sale del
apuro. Comparando los diversos grados de pobreza se niega la
razón
general de la pobreza y se fabrica una opinión favorable
sobre el régimen de explotación capitalista. Los
que opinan que al Sur le falta algo para poder vivir en condiciones
tan satisfactorias como las del Norte ya saben qué es lo
que le hace falta: el capital, ese medio de vida indispensable
para los hombres... en un mundo capitalista. Por consiguiente,
esas personas opinan que la miseria no nace del dominio del
capital, sino de la ausencia del mismo. Y los que, además,
se plantean la falsa pregunta acerca de por qué el capital
no se distribuye en proporciones iguales entre los países
del mundo, de por qué éste no vierte también
su cuerno de la abundancia sobre el Sur - que tanto lo necesita
-, se pierden en mil detalles. Al enumerar condiciones especiales
basadas en la historia, que - según dicen - han impedido
un desarrollo "sano" del capitalismo en el Sur, les
resulta difícil decidir cuál es la condición
decisiva: ¿el colonialismo, el valor de la moneda, un gobierno
incapaz, el proteccionismo, una ventaja del Norte obtenida en
la competencia? ¿Pero qué tiene que ver todo esto
con la razón de la pobreza?
Por lo demás, hoy en día esta comparación
entre una "sana normalidad capitalista" y un "desarrollo
defectuoso y anormal" suele establecerse, más bien,
en sentido inverso. Los empresarios alemanes dan a conocer a sus
obreros que son demasiado caros para el beneficio; que su trabajo
se ejecuta a un precio mucho más bajo en la República
Checa, en Portugal y, tanto más, en el Sureste asiático.
Otros pueblos - continúan diciendo - tienen jornadas laborales
más largas y hacen el trabajo por menos salario ¡y
también se las arreglan! Es a esos países que emigra
el capital, y la consecuencia de ello, el paro, se la imputa entonces
a los propios obreros: si éstos no muestran suficiente
flexibilidad para reformarse, adaptando su nivel de vida al del
Tercer Mundo, ¡el paro es culpa suya! Entretanto, es el nivel
de salario en el Norte lo que viene a constituir un desarrollo
defectuoso que debe ser corregido, mientras que la pobreza existente
en el Tercer Mundo es presentada como un modelo a seguir.
En el fondo, la base de las diversas condiciones de vida en el
globo siempre es la misma: el régimen de la propiedad quita
a los hombres la capacidad de procurarse sus medios de vida por
sí mismos y obliga a todos a buscar su oportunidad ofreciendo
sus servicios al capital. Mientras que los defensores de la justicia
social están comparando las condiciones de vida bajo el
capital aquí con las condiciones de vida allá, el
capital está comparando - de manera práctica - el
rendimiento y los precios bajos de los pueblos; es decir, se
está
aprovechando de la rivalidad entre ellos. Y cuando llega el momento
en que este régimen ha conseguido chantajear completamente
a los hombres hasta el punto en que nadie puede ya vivir sin
vivir por el capital, hay gente que lo revuelve todo y,
refiriéndose
a la situación de los obreros que carecen de toda alternativa,
declara que es el capital lo que constituye el medio de vida de
la humanidad!